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miércoles, 25 de diciembre de 2013

PORTAZOS DE NEÓN

Amanezco con la resaca en las retinas de dar uno de los más bellos paseos en solitario por la Gran Calle: ninis consumistas, putas y travestis en la puerta del chino de turno mientras las pijas del extrarradio se gastan la pasta en Zara con su coffee del Starbucks y el exceso de eye-liner.
La búsqueda fue saciada ese sábado por la mañana cuando me crucé con él de manera imaginaria.
He cerrado puertas y de qué manera. Y a modo de balance que pueda servir de algo: Goyo y Hannah, es lo que me traigo de la jungla y a la vez allí abandono. Quizá para volver, quién sabe.
Una calle teñida de azul, que me transporta, me empuja de costado, me perdona y me comprende. Una calle donde empiezo nuevas historias que acaban antes de la presentación del protagonista.
Una calle que me expulsa, me vomita, me devuelve a otro tiempo donde el oso y el arbusto me dan la bienvenida. Donde el pulmón verde me dice que me quiere (cree) y los corazones se daban en fianza porque se creía en lo eterno y en el parasiempre.
La calle que también hace balance, debe ser por la fecha:
120 días. El cambio. El contraste. Fotogramas acompañados de canciones sangran por mi amígdala y mi hipotálamo, busco sus ojos que miran mi sonrisa detrás de unas gafas. Mi cerebro reptiliano bombea con los viejos olores.
Lo que es, lo que fue, recuerdos, percepciones se entremezclan para volverse un ahora de invierno: Un señor y una señora del Opus, el sueño americano convertido en maletín, gráficos y tacón de aguja. El mejor amigo que nunca fue mejor amante. Guitarras, humos y unos ojos que me abrazan. Madres cocainómanas, vegetarianas bipolares, huérfanas sin identidad moral, abogados que con billetes de 500 intentaban abrir piernas. Portuguesas sin bigote con valores distraídos, Barbies del Tiempo aneuronales; dos hermanas: una del Norte, otra del Sur, el amor de mi vida y dos familias adoptivas. Siete vidas de gata y en la sexta casi palmo. En ésta saboreo los besos de Azul reencarnado (porque no era justo tan poco). Jaulas, leones y fieras sin circo.
Pérdidas de seres queridos sin perderme yo en el entierro. 
Dormir en paralelo a ti sabiendo que no hay tangente.
Los tiempos de coser tu mirada con mentiras quedan lejos: Mis ojos, sin remiendo posible.


Basilio dice que hay que nutrirse. En tiempos de reflexión y actos de contrición que pronto acaban, escucho cómo la ciudad arropa mis alas mientras fumo el último cigarrillo en el hotel. 
Y la ciudad que me parió de nuevo, me devuelve la sonrisa en forma de neón rojo que publicita algún perfume caro y cítrico, de forma intermitente me susurra:



"PRECIOSA, POR DENTRO Y POR FUERA"


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