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lunes, 13 de mayo de 2013

DIEZ MIL COPAS Y LEONAS EN CELO

Diez mil copas.
Es el tiempo que voy a tardar en olvidarle.
Lo leí en algún sitio o lo escuché en alguna serie. Me parece una forma exacta de saber cuánto has querido a alguien. Tomar como unidad de medida de superación de la pérdida amorosa los ginebrazos.
Gran idea.
Con el primero de mis novios, las copas ya eran parte cotidiana del final de la relación.
Con el segundo no hubo lutos alcohólicos. O no demasiados.
Azul bate el récord de mis homenajes. Tiene más copas de balón en mi vitrina afectiva que Messi balones de oro.



Mi último óbito lo llevaré mejor. Entreno con Goyo. Una vez por semana últimamente. Comienzo el sábado a llorar de manera profesional, casi olímpica. De concierto, con Anabel, una vasca de lo mejorcito.-Ya sabes tú que los vascos son extremeños pero acostumbrados al frío-. Ha llegado a mi vida en forma de casualidad. Como todo últimamente. Una tía fuerte de la que te hablaré en otro momento.
He pasado la semana dedicada a nuestro proyecto. A darle forma. A amasar ideas.
Ayer sin más, dadas las carencias, me metí entre pecho y espalda casi la mitad del primer curso del Grado de Lengua y Literatura. Extenuación es mi segundo nombre. Sin abuela estoy.
No puedo seguir haciéndole esto al Lenguaje.

Hablé con Patricia por Skype a mitad de la tarde.
Está en Berlín. Investiga Psicología Social en la Freie Universität. Patricia experimenta con todo. Tiene mil teorías psicológicas en la mente. Cerebro inquieto.
Reímos bastante. Está contactando con hombres a través de las redes sociales a modo de experimento. Pretende clasificar perfiles de la personalidad masculina para su tesis .
Ha contactado con 4 sujetos: C, S, A y D.  Casi todos buscan amor eterno. A golpe de caña y tapa. Patricia compartió impresiones conmigo de sus dos primeras semanas de investigación:
Rellenó un perfil en una página de contactos. Datos básicos: Patricia es alta, delgada y fuma. Básicamente hizo esa descripción.
(El primer dato que sorprendida comprobó es que aunque a priori todos odiaban de manera radical el tabaco, realmente a ninguno le importaba un carajo. Hipocresía, nivel dios. Está de moda el antitabaquismo.)
C.:  Maduro, 46 años. No habla de su vida. Patricia sólo sabe que C. come, cena, es de Ávila. Le ha enviado una foto, la de "soy de verdad". Un señor bastante educado que quiere tomar un café con ella. Lo ha solicitado dos veces en este tiempo. Patricia necesita más datos para lo del eterno.
S.: Menos maduro que C. en torno a 42 años. Audaz, vivo, deslenguado, listo, trabaja en banca (en un cargo inferior al que dice tener seguramente). Visita por la noche sitios como el Corral de la Pacheca donde tiene amigas rubias. Se lo rifan las señoras y las chicas-según dice él. Humor tirando a negro. Por las fotos ella diría que es vivo, listo, que disfruta de los placeres materiales sin darle mucha importancia a lo intelectual, neurótico, impulsivo, agresivo casi, y así lo comprobó hace dos días, cuando le exigió que se vieran que-había cola- y que- no se lo iba a decir más-. Adiós. Y así, la dejó. Llorando. De la risa. A éste lo olvidará con una infusión...Ni siquiera hará falta echar un chorrito de nada....
A., más próximo en edad, es el que ella califica como sujeto normal. Como lo que esta sociedad mentalmente sana califica como normal. Y ya está obsesionado con ella. Se han visto una vez. Si él toma más alcohol ese día, le pide matrimonio. Le ha contado toda su vida en confianza. Ésta cabe en cuatrocientos caracteres. Quinientos de aquí al día de su muerte. Quiere ver a Patricia todo el tiempo. Ella está desconcertada con el mundo y las relaciones. Aún. Ella no le da bola. Él la quiere toda.
D. el más joven, es el sujeto que más le turba. Al que menos conoce. El que por su apariencia más le gusta. Saben ambos a qué se dedican, de vez en cuando hablan de sus vidas. Nada profundo. Es lo que a ella le inquieta aunque poco a estas alturas. Han hablado de verse. Ella sabe que siempre está presente la subjetividad del investigador en todo experimento y sabe perfectamente que para ella D. es una foto. Es lo que ella se imagina de esa foto. Sabe que no es. Ya no hablan. Asumen y regalan pasotismo al contrario. A ella le huele demasiado a macho alfa. Y a los machos alfa, poco parece importarles más allá del perfil reducido de ella.

Aquí concluye el estudio por no buscarse líos y observando el desenlace esperado. Confirma teoría : un señor tímido que no dice nada y quiere café, un "apresurado" del amor de barra de bar con mal humor que ansía tomar cañas, un "correcaminos" loco por asentarse y, lo que parece ser un gilipollas que no quiere nada y pobre de la que se acerque. Lo mismito que los bares a las cuatro de la mañana. Internet no engaña. Escogemos leernos el cuento como más nos conviene.
La Psicología de la Evolución dice que nos movemos por mera química, no sólo en el sexo a la hora de elegir pareja, de por vida o para un rato. FEROMONAS.
En un trabajo, por ejemplo, el individuo con mayor éxito es el que desprende más feromonas.
Y al revés en general, el que más feromonas desprende es el que más proyección de éxito posee en todos los ámbitos de su vida. Animales vestidos, mejor o peor motivados por olores básicamente.
Patricia antes de despedirse me comenta que llega siempre a la misma conclusión en cuanto a las relaciones: Nos gusta quien nos ignora; más que a un tonto un lápiz. Patricia es darwinista: cree que es incompatible compartir dogmas con Darwin, el amor y el cristianismo a la vez. Elige la teoría de la supervivencia. Le encantan las leonas.
Recibe un mensaje mientras hablamos. Se despide muy contenta...

Después, esa noche, escribe Patricia a mi teléfono móvil:
-Estoy cenando con D. Mucho mejor que en fotos. Me lo llevo puesto.
-En el Serengueti las leonas están en celo. Disfruta....- respondo.
En pocos meses Patricia está enamorada: es la mujer con más fe en el ser humano y la más romántica que conozco.
A pesar del Evolucionismo y la teoría del desarrollo de la pituitaria.

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