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sábado, 11 de mayo de 2013

JUST ENJOY THE RIDE

Disfrutando del viaje Eva, y no el de novios, después de mi última comunicación y la salida de tono en forma de superhéroe quizá es una vil manera de empezar.
Como en la canción de Marlango, enjoy the ride....



La vida a veces te frena. Eso dice mi último gurú. Por algún motivo, por alguna necesidad. Consciente o inconsciente. Si te das cuenta perfecto, si no seguirás perdido en una isla de enfermedad, ansiedades, depresiones, frustraciones, quebraderos de cabeza....lo mismo que una oficina del Inem.

Por este motivo Puri y yo no entendemos el mundo, la mayoría de las veces (escribir de hecho es el acto más egoísta que jamás realicé: invento universos que me gustan, que son como yo quiero, evasión cien mililitros diarios, por prescripción facultativa).
Siguiendo con la analogía del jardín, Puri desconoce que la mayoría de la gente no riega el espíritu. -Mejor me compro un plasma de cincuenta pulgadas. Porque yo no soy tonto.... ¡Hay que joderse!
Mi gurú sabe mucho y me gustaría ir por la vida regalando trocitos de zen como hace él a su edad. Quizá esa es la clave de la felicidad. Generosidad con voz de ángel y dificultad para pronunciar las erres.
Mientras disfruto de mi estado anímico totalmente recuperado alguna vez pienso en el monstruo, en las cavernas y en mi cautiverio en aquel castillo de odio infranqueable.
Casi me siento culpable por haber perdido la culpa en el camino. Mi mente no es asaltada por recuerdos desagradables en estos días.

Es asombroso lo inteligentes que el cuerpo y la mente son. En concreto la memoria. Darwin estaría orgulloso del trabajo que ha hecho en estos meses mi memoria selectiva. Ha sido todo muy reciente, y parece que han pasado siglos, eso me maravilla: experiencia clasificada y archivada. En la carpeta negra, la que cada vez va siendo menos gruesa con el tiempo. Los psicólogos lo llaman resiliencia. Los taurinos: tener un par de huevos.

Cuando conseguí escapar de la mazmorra y adentrarme en el bosque, asediaban mis sueños las batallas con el monstruo. Las fuerzas eran escasas. Apenas comía, apenas dormía. Con ayuda de Einstein me deslicé por una curvatura espacio-tiempo hacia otro universo. No volveré a ver al monstruo que se come los sueños.

Y aquí estoy, disfrutando de un café en la terraza tomando el sol mientras te escribo. Contentándome con lo pequeñito que ofrece el mundo que me he creado ahora. Que me encanta, si no lo he dicho.
Meses Eva, mi psique se ha recuperado a una velocidad alarmante.
(Puri y yo teníamos que parar, para darnos cuenta de algo. Parece que lo estamos haciendo bien.)


Paso a paso, volviendo a caminar, despacio. Poniendo toda la atención.
Con mi personalidad lo lógico es que todo acabe en una etapa kafkiana y que me ahogue en la obsesión por la corrección de mi propio Proceso. Soy consciente querida. Sin pretensiones.

-¡Hola! Soy Elena.-rubia, ojos grandes, chocolate en la barbilla, manos sucias y restos de Mercromina en las rodillas.
-Hola Elena. ¿Cómo estás?. ¿Qué tal el colegio?- pregunté.
-Bien, estoy jugando con mi madre y mi hermana en los columpios.
La madre de Elena comprobó que no tengo rasgos de lo que la televisión dice que es un depravado infantil habitual y volvió la cabeza con tranquilidad hacia donde estaba su otra hija.

-¿Qué haces?
-Leo a Paul Auster, Elena.- dije mostrando mi ejemplar de ¿Para qué escribir?.
-No, en la vida. Maestra, profesora, policía (lo que hacen unas gafas de sol y un anuncio de Lays)- Elena sabía que tenía en las manos un libro. Echó atrás la cabeza mientras reía.
-Escribo.
-¿Qué escribes?. ¿Libros de mayores?
-Escribo en general. Tengo cosas que contar. Escribo....cuentos. Cuentos para adultos.
Elena se desternillaba de la risa.
-Los adultos no leen cuentos.- el "tonta"  lo dijo con la picardía de su mirada. Elena estaba bien educada. De repente la sonrisa abandonó su cara, y la duda habló por boca de Elena:
-¿Por qué los adultos no leen cuentos?
Preguntas para plantearse la maternidad. Me parece ridículo filosofar con un niño. Olvido siempre que son muy listos. Adultos intactos en potencia.
-Algunos pierden los sueños al hacerse mayores. Y dejan de creer en los cuentos.
Elena pareció entender el entrelineado a la perfección.

-¡Deja de molestar, Elena!. La señora está leyendo.- interrumpió su madre llevándosela del brazo. Reunió a sus dos hijas, sus mochilas, muñecas, zapatillas sin dueña en el banco que usó a modo de trinchera, organizó el pelotón y desfilaron rumbo a casa.
Bajé la mirada intentando retomar la concentración en Auster.
Escuché a Elena gritar:
- ¡¡¡Yo sueño todas las noches!!!!!!
Sonriendo le dije adiós a Elena con la mano mientras volvía al libro aconsejándole al cuello de mi camisa:
-No dejes de hacerlo por el día..... Serás plenamente feliz.
Levanté la cabeza al segundo en un acto reflejo y allí estaba Elena guiñándome uno de sus avispados ojitos.






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