acabara la contienda.
Que sólo mis escudos y armaduras
se fundirían con otra ocupación americana.
Pero por el pasillo de mi oscuridad
la naturalidad y lo agradable
se hicieron camino.
Entregué las armas.
Y volvió la fiesta de mariposas
en el estómago,
la risa tonta sin motivos,
la espera de un mensaje,
la revuelta de celos absurdos
y el funambulismo del sin sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario