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lunes, 10 de junio de 2013

¡AY HAITÍ!

Me enfrento a la segunda etapa de nuestro proyecto con más conocimiento y menos esperanza. Nos prepararon como a guerreros el viernes. Nos contaron lo que sabemos: que la constancia es la base. Fue el preludio.


He pasado el fin de semana en la sierra: 8 de Junio con abrigo respirando monte, fotografiando con las retinas y las cámaras cada rincón, paseando, viendo lugareños, tascas lugareñas, escuchando el viento y el silencio, disfrutando de la compañía de mis amigos dándonos cuenta de que la vida pasa y no hemos comido, bebido y reído juntos lo suficiente. Parece que entendemos que estos son los momentos que hay que recuperar y en ello estamos.

El desayuno del domingo después de la noche del sábado de mis colegas, se inició con la pregunta que todavía hoy no abandona mi mente. Ya te he dicho Eva, que quizá tanta epifanía es porque creo única y profundamente en mi recuperación. La gente lucha y se deja las fuerzas en alimentar relaciones tóxicas ¿Por qué? Ojo, no estoy tirando la primera piedra.
Tanto ella como él, no tuvieron un momento completo de evasión mental porque sus respectiv@s estaban en sus cabezas todo el tiempo. El estado de ánimo de ell@s mejor dicho: lo estoy pasando bien, yo mejor, qué estará haciendo, pensará en mí, me llama, le llamo, mensaje,... ¡Qué desgaste!

-Cuánta tranquilidad- fue el pensamiento que mi cerebro pareció elegir ayer domingo. Incluso lo manifesté, rozaba la culpabilidad judeocristiana cada vez que era consciente de mi estado.

Llegando a la ciudad, el cuerpo me dio un aviso: -La ciudad ya no es para ti-, y las ganas de tirar para el monte como la cabra se transformaron en un pseudo esguince. No preguntes cómo, cuándo, dónde...
Cojeando conseguí llegar a casa, y aquí sigo luchando contra la hiperactividad, con Tensoplast y Nina Simone de fondo esperando que llegue el sol porque no puedo hacer otra cosa, con la cuestión de las relaciones tóxicas paseando entre mis neuronas. Y... Tomás.

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El hecho inminente es que Tomás se va a Haití a trabajar. Debe estar ya en el avión. Si mi abuelo Luis viviese lo expresaría mejor: sapos y culebras soltaría por esa boca poco escolarizada pero de sabio griego: él que tuvo el arrojo y la necesidad de buscarse la vida en Merkelandia hace ya tanto tiempo que parecía historia, pero, la historia se repite.

Tomás deja aquí dos hijas ya con los veinte cumplidos por eso tiene más mérito la hazaña, una mujer que lo lleva todo por dentro, y ningún representante del gobierno va a despedirle al aeropuerto, no hay cámaras de televisión grabando su marcha en este país que hemos convertido en mierda. No le cubren los féretros emocionales con banderas de barras y estrellas como harían los flipados que dominan el Universo... menos mal que hay otros catorce...

Petrificada al saber que marchaba hoy intenté buscar las palabras adecuadas. ¿Qué se dice en estos casos? Otro audaz que como tú mi querida amiga se ha ido fuera a por lentejas.

La Plaza Mayor, el Foro de los Balbos, el Arco de la Estrella,  que ya eran de piedra romana y mora  permanecerán en estado de shock al ver cómo otro hijo se le va del nido de cigüeñas sin nada que poder hacer para evitarlo, como hace casi un siglo cuando Luis abandonó a su mujer y a sus seis hijos. Como se queda Ana: con todos a su lado pero el más importante lejos.
Y los jóvenes buscando la toxicidad de lo de ahora, dejaré la divagación que preveo de final apocalíptico.

Hoy Cáceres llora como Haití. Se hermanan de forma paradójica.
En Madrid sale el sol pero no calienta.

Laura y Ana serán mujeres valerosas como su padre y su madre, contarán a sus hijos que el abuelo estuvo fuera de casa trabajando un tiempo. Si esos nietos tienen la suerte que tuve yo, será el propio Tomás quien lo haga.



-Abueli... ¿cómo "es" patata en alemán?
-Kartoffel-, decía riéndose con la boca muy abierta casi sin dientes y la carina arrugada.
-No bromees Luis, eso es cartón, le replicaba yo a sus ojos traviesos aún a su edad, sabiendo que iniciaba un juego que a ambos nos encantaba.
... los ojos de Luis decidían no sacarme de dudas y continuaban burlándose de su nieta ignorante.



Porque Luis sabía alemán y mucho más.






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