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miércoles, 8 de enero de 2014

SE REGALA MEDALLA DE BRONCE

Uno siempre elige. 
Últimamente elijo el silencio. Y sin saber cómo, 
 te encuentras en el banquillo igual que El Extranjero de Camus.

Con el último mordisco del lobo de ojos rojos, que dolió menos o nada que el primero, opté por el silencio, (por lo de no herir sensibilidades y dialogar con calma escogiendo palabras adecuadas) y después, cuando decidí hablar, exigió silencio a dentelladas. Silencio a golpe de exhortación. El que menos me gusta pero el que más agradezco porque Fragilidad y Costumbre se unieron a la fiesta. Y el Extenso Conocimiento del Género Femenino llegó con los postres. Elegí abandonar la reunión vespertina a la francesa. 

Como Meursault, en ocasiones sólo veo obviedad en las cosas y las gentes, y últimamente elijo no decir nada.
Y eligiendo gritar o callar desde lo profundo, el resultado es el mismo. La vida se lía y se deslía de la misma manera intervenga una o no.

Laura habla de Literatura, desde el pedestal de la Filología, junto a una colega en el blog de al lado y, estoy tan cerca de ella que este hilo rojo en nuestros meñiques es el que más me ha sorprendido en el recién estrenado año. Ni rastro de una expresión de asombro en mi cara.

El guerrillero transatlántico también decide definir. Cedo palabras. Cedo hasta el enigma.

El carpintero quiere viajar, beber, bailar, reir... Le cedo el billete en primera clase. La botella está guardada en el botiquín de primeros auxilios amorosos; mi danza no se la cedo a nadie y mi risa deberá buscarla en su biblioteca de escasos recuerdos de adolescencia.

Julián, ahora, elige otorgarme la medalla de bronce. Me invita a perdernos juntos. Lo lamento. Acabo de encontrarme y le cedo en agradecimiento una habitación individual de hostal en los suburbios londinenses. Cedo a cualquiera mi medalla también. 

Traspaso mi patria como Camus. El derecho a gritar y levantar el dedo corazón a mis congéneres , al país entero, es mío.

Incluso al pirata le cedo todo recuerdo del abordaje, cosa fascinante. Renuncio además a las ruinas circulares y a sus nostalgias y ansias calmadas. 
A Cortázar no. 
Cedo canciones a pie de cama, miradas que devoran y corazón abrigado en invierno; intercambio los: -"Moreni, tienes que comer más; estás muy flaca" por quietud sepulcral,libros de Proust o vinilos de Stevie Wonder.

Renuncio a pronunciarme.

Dono toda posesión superflúa. 
Doy al que lo quiera mi alegato de defensa y el del ofendido en mi juicio.

Con los sueños no hago daciones, sería cederme y excederme demasiado.


Con el Funky tampoco:)...






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