Páginas

sábado, 1 de febrero de 2014

PINOCHO

No es la hora bruja 
pero es que ya siempre le veo la escoba a las agujas de mi reloj.
Mi recuerdo decide teñir de rojo nuestra historia,
de rojo sangre, de rojo pasión, de rojo dolor.
Y nunca más me ha vuelto a interesar El ABC o El Marca,
los desayunos, el fútbol y otras voces susurrándole a mi oído
que soy la Morena de los cuadros de Romero de Torres.
Ni otros ojos, ni otras gafas ni otras camas.
Otras manos, no me dan el calor de las tuyas,
que todavía siento deslizarse por mi cuerpo 
y así, las mías, conseguían tocar el cielo.
No me baña tu mirada ni nuestros pulgares se buscan
y mi pecho siente casi la misma opresión de entonces.
Pasa el tiempo y me aferro a la memoria con fuerza,
para seguir teniendo de eso que alimentaba y
ahora mata.
Pasa el tiempo y las cosas que nunca te dije
disminuyen mi voz y multiplican por mil los trozos de corazón
que abandoné en el Café Belén.
Pasa el tiempo y si yo recuerdo y tú no,
la fórmula es igual a desamor, es fácil.
Pasa el tiempo e insisto en poner al presente tu nombre
porque ayer ya sabía que sin ti, (sin tilde) nunca habría futuro.
Me alejo y me hago invisible y me borro a posta
para que nunca más
puedas volver a andar a mi lado.
Me cuesta discernir qué parte era mentira
y ahora poco me importa, porque si digo que no te quiero,
mi nariz crecería tanto como la de Pinocho.





No hay comentarios:

Publicar un comentario